El hombre que lideró la revolución durante 50 años anuncia una nueva etapa



Fidel Castro renuncia a la presidencia de Cuba
El líder cubano no aspirará ni aceptará el cargo de presidente del Consejo de Estado ni de comandante en jefe debido a su frágil salud. “Mi deseo fue cumplir el deber hasta el último aliento”, dijo. Su decisión llega cinco días antes de que la nueva Asamblea Nacional se reúna para elegir al próximo jefe de Estado. Se prevé que sea para Raúl Castro.

“Un verdadero revolucionario debe tener sentido del momento histórico”, había escrito hace unos meses el comandante.

Voces de todo el mundo
La Habana baila a su propio ritmo y ayer volvió a demostrarlo. Mientras el mundo entero hablaba de cambios históricos y transiciones, en la pequeña isla caribeña la vida seguía su curso, a pesar de la sorpresa. La noticia llegó bien temprano a la mañana. Los más madrugadores se enteraron por el diario del Partido Comunista Granma y el resto por la televisión y la radio. Las palabras de Fidel Castro resonaban a lo largo y a lo ancho de la isla: “No aspiraré ni aceptaré –repito–, no aspiraré ni aceptaré el cargo de presidente del Consejo de Estado y comandante en jefe”. Eso fue todo. No hubo comentarios del gobierno ni manifestaciones populares. En la calle reinaba un clima de aceptación, de naturalidad. Pero también de tristeza. “El hombre que lideró la Revolución durante 49 años dio un paso al costado. Eso, aunque no signifique grandes cambios, es histórico”, aseguró un joven cubano, que se colaba en un café para mirar el último boletín del noticiero oficial.

El anuncio del líder cubano llegó cinco días antes de que la nueva Asamblea Nacional se reúna para elegir al próximo presidente del país. Desde 1976, cuando se aprobó la Constitución Socialista, Castro era la opción obligada. Sus compañeros siempre apoyaron unánimemente su candidatura y, a pesar de su enfermedad, lo volvieron a hacer semanas atrás cuando el dirigente de 81 años ganó nuevamente una banca en la Asamblea Nacional. “Mi deseo fue siempre cumplir el deber hasta el último aliento”, se disculpó ayer Castro en su carta al pueblo cubano (ver aparte). El mandatario –a pesar de delegar el poder en 2006, sigue oficialmente en el cargo– explicó que su salud ya no le permite asumir todas las responsabilidades de un líder de una nación.

En sus últimos editoriales, Castro ya había reconocido que estaba muy débil para encabezar actos públicos o para hacer campaña, e incluso adelantaba su decisión de ayer. “Un verdadero revolucionario debe tener sentido del momento histórico”, había escrito hace unos meses el comandante. Ayer volvió a retomar esta idea en su mensaje y adelantó cuál será su lugar de ahora en más. “Deseo sólo combatir como un soldado de las ideas. Seguiré escribiendo bajo el título ‘Reflexiones del compañero Fidel’”, aseguró. “Tal vez mi voz se escuche. Seré cuidadoso”, agregó.

Las palabras de Castro trajeron tranquilidad y tristeza a gran parte de los cubanos. Hacía meses que esperaban una definición. Desde mediados de 2006, cuando Castro anunció al mundo que estaba enfermo y dejaba el poder en manos de su hermano Raúl, la isla ha vivido muchos momentos de incertidumbre. “Se esperaba ya, Fidel está enfermo. El pueblo estaba preparado para esto”, señaló Alejandro, un joven de 25 años que hacía cola para hacer las compras en el centro de La Habana.

Para los que se criaron con Fidel en el gobierno hacía tiempo que se sentía la despedida del líder de la Revolución. “Nos está faltando las reuniones mensuales en la plaza central con los ex combatientes o con los trabajadores. Esa era la forma de hacer política de Fidel, de hacer la Revolución en las calles”, dijo con nostalgia un joven de 30 años que ojeaba el diario Granma por tercera vez en el día. “Raúl es un hombre más mesurado, con menos protagonismo en la sociedad”, agregó.

Otros, en cambio, seguían con la esperanza de volver a los viejos tiempos. Manuel, un cubano de unos 50 años, no tenía vergüenza de reconocer su optimismo ciego ayer en el centro de La Habana. “No me lo esperaba”, dijo intentando contener la emoción. A su lado, Julio le envolvía las papas que había comprado y aprovechaba para colarse en la conversación. “Ha sido una sorpresa, se esperaba que iba a estar hasta la muerte”, señaló.

Pero la sorpresa de algunos no fue suficiente para interrumpir la cotidianeidad de la isla. Ayer millones de cubanos fueron a trabajar como todos los días, las oficinas públicas atendieron como lo hacen habitualmente, los medios hablaron de las elecciones en Pakistán y los records de producción local, y, en La Habana, la estampida de intelectuales que llegaron esta semana por la Feria del Libro acapararon los cafés y el tradicional Malecón. Uno de ellos, el teólogo brasileño de la Liberación y amigo personal de Castro, Frei Betto, les advirtió a los que festejaban en los callos de Florida. “Se ilusiona quien piensa que Cuba será capitalista”, dijo.

Pocas veces gobierno y oposición han coincidido en Cuba. Sin embargo, ayer las organizaciones opositoras de la isla tampoco pronosticaban cambios o, como suele decir el gobierno estadounidense, una transición. “Castro se retira de la posibilidad de ser nombrado de nuevo presidente, pero no ha dicho nada de dejar de seguir siendo primer secretario del Partido Comunista Cubano (PCC)”, señaló a los medios extranjeros la vocera de la opositora Asamblea para Promover la Sociedad Civil (APSC), Martha Beatriz Roque. “Y la Constitución cubana dice que la fuerza superior del Estado y el pueblo es el PCC”, agregó.

Pero, más allá de los formalidades de los cargos, los dirigentes de la oposición no auguran ningún cambio de fondo porque un Castro seguirá en el poder. Ayer nadie dudaba de que el próximo presidente de la isla será Raúl, el hermano menor de Fidel y el hombre que él designó para reemplazarlo cuando tuvo que dejar el poder para operarse. El próximo domingo, la recién elegida Asamblea Nacional deberá presentar candidaturas presidenciales y luego votarlas. Los analistas barajan varios nombres, entre ellos, el vicepresidente Carlos Lage, el canciller y referente del “cambio generacional” Felipe Pérez Roque y el presidente del Parlamento, Ricardo Alarcón.

Estos son los hombres que fueron designados por el mismo Castro para acompañar a su hermano Raúl en el gobierno colegiado interino, que lo sucedió hace 19 meses. “Afortunadamente nuestro proceso cuenta todavía con cuadros de la vieja guardia, junto a otros que eran muy jóvenes cuando se inició la primera etapa de la Revolución”, reafirmó ayer Castro en su mensaje. Pero a pesar de la experiencia de estos dirigentes y de la confianza que se ganaron entre los cubanos y el propio Fidel, ninguno de ellos parece ser el sucesor natural.

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